Tan importante es verter la teoría del buen placaje como lograr que, además, se diviertan dejando indefenso al Director Deportivo del club, Fernando de la Fuente "Canas". Él se lo había buscado pues les había animado a que intentasen placarle. Y les costó bastante pese a empujar con brío.

Cualquier descanso entre partido y partido es bueno para matizar o afianzar conceptos. También para "chinchar" al compañero de turno o calmar la gusa con un bocadillo mientras la sufridora madre insiste a su retoño para que se ponga la cazadora.

Están en su salsa, aunque haga frío y los golpes duelan. También las derrotas, pero eso es lo de menos pues enseguida se les pasa con la gracia o chiquillería de turno. Una cámara de fotos es buena distracción y sin dudarlo posan como lo haría un jugador de élite tras un triunfo.

También aprenden el abecedario del respeto al adversario que honra el deporte del balón oval. Se les inculca el pasillo y a rendir homenaje al contrincante. Una lección primordial que los imberbes jugadores asimilan desde el primer combate sobre el verde tapete. El rugby es un deporte de caballeros y esa, precisamente, es una distinción que hay que empezar a labrarse desde los primeros ensayos.

Disfrutan ellos y también los padres, los cuales aguantan el frío y la humedad parapetados con ingenio. Sin ellos, sin su predisposición y su entusiasmo nada sería posible, aunque huelga decir que muchas veces el sacrificio tiene su recompensa. O al menos su busca, como hicieron los padres del prebenjamín, que montaron hasta una carpa en Pepe Rojo con un ágape de postín.

Y es que una mañana de rugby aderezada con un buen almuerzo alimenta el espíritu de superación de unos y el compromiso de otros, los padres y entrenadores, quienes a pesar de que en ocasiones tengan que poner su semblante más serio para educar a los jugadores, no esconden que disfrutan tanto o más que ellos con sus pueriles locuras. Esos locos bajitos hacen gracia, mucha gracia.

En definitiva, fue una próspera y lucida mañana en la que El Cetransa El Salvador reunió a más de 1.300 jugadores llegados de todas las partes de España y algunas de Portugal. Los campos de Pepe Rojo se tiñeron de un notable colorido en el que hubo hueco para la solidaridad, pues muchos de los jugadores, padres y entrenadores colaboraron con el banco de alimentos de Valladolid, al que aportaron un kilo de productos no perecederos. Deporte y solidaridad unidos en una jornada de competición de calado para los nuevas generaciones rugbísticas.