Todo empezó hace unos meses, aunque la conexión sueco-quesera se labró tiempo atrás. Pablo Arévalo marchó a Estocolmo, donde estuvo trabajando, estudiando y jugando al rugby del 2008 al 2010. Dos años y medio que valora muy positivamente. "No todo fue un camino de rosas, especialmente en los inviernos; pero el verano aquí, que coincide con el grueso de la temporada de rugby, me ha hecho disfrutar mucho. He completado aquí mis estudios de inglés y he aprendido sueco. He hecho y trabajado de todo, he sobrevivido en un país y en circunstancias muy diferentes a las que estamos acostumbrados en Valladolid. Me supe desenvolver y lo que parecía una estancia de unos pocos meses se convirtió en dos años y medio; más la extensión de estos seis meses de este año".

Lo logró como integrante del Attila RG de Estocolmo, donde dejó un buen sabor de boca. "Me ayudaron mucho. Sobre todo si demuestras compromiso con su club, con su rugby y muestras pasión y dedicación por jugar y liderar con el ejemplo. Cuando llegué a este club prácticamente ganamos todos los partidos, ganamos la segunda liga nacional y ascendimos para este año en las Elite Series Top 6", indica.

De hecho, en el pasado invierno, y como consecuencia del ascenso del modesto club, se pusieron en contacto con él para repescarlo y que, además, se llevase consigo a unos cuantos compañeros de nivel. Entonces pasó de jugador a oficiar también de representante. Así convenció a Merinín, Estrada y Ribot para que se embarcasen en esta aventura. Fichajes de relumbrón para un equipo que se encargó de facilitarles trabajo y casa. Una proposición más que decente que engatusó a sus compañeros, ávidos por vivir nuevas experiencias y mejorar su nivel de inglés durante los meses de verano (la temporada sueca va de abril a septiembre). "Una experiencia vital", subrayaron hace unos meses todos ellos.

La están exprimiendo al máximo, a excepción de Ribot, que regresó tras sufrir una lesión de rodilla. "Hemos estado trabajando en empleos simples y sencillos que nos buscaron para salir del paso los primeros meses. Vivimos los tres juntos en un vecindario muy agradable a escasos 10 minutos de la Estación Central en tren de cercanías. En el equipo estamos muy comprometidos e intentamos liderar con el ejemplo dejándonos todo en el campo".

Un país completamente diferente, con una cultura rugbística también en crecimiento y un "invierno" duro y deprimente por las escasas horas de luz. "Este país, como Estado, funciona. Se trata de los países con mayor calidad de vida, de educación, de garantías ciudadanas. Y me gusta. Suecia te puede dar mucho, pero tú también se lo tienes que devolver trabajando duro, integrándote, aprendiendo el idioma y pagando muchos impuestos! Pero que son bien redistribuidos. Lo que menos me gusta es evidentemente el invierno. Yo viví uno aquí excesivamente duro. Por la oscuridad, el frío terrorífico y el monótono paisaje nevado. Pero el verano de Estocolmo me apasiona. Temperaturas muy agradables y la posibilidad de disfrutar de sus vasta naturaleza junto a la ciudad, lagos, canales, archipiélagos…", detalla Pablo.

A excepción de Pablo, ninguno de ellos ha probado todavía el extremo invierno sueco. Sí lo hará Benjamín Pardo, que hastiado por el sistema educativo español, acaba de llegar a tierras suecas para impulsar el juego del equipo de sus compañeros en la segunda vuelta y trabajar como profesor en un modelo que le seduce. Le picó el gusanillo, concretamente en su espíritu aventurero, y ha optado por probar un curso en el país escandinavo fruto de su desilusión por el panorama en España. Su equipo, también le ha ayudado a encontrar un colegio en el que empaparse del modus operandi sueco y comenzar una nueva etapa profesional.

Un caso parecido al de Diego Álvarez Gorosito, que ha querido probar fortuna unos meses en Suecia en su afán por redireccionar su carrera profesional como aparejador, un oficio sacudido directamente por la crisis económica. También jugará al rugby, aunque en un equipo diferente al de sus compañeros queseros, más bien de un nivel mayor, y que se ha encargado de buscarle un trabajo en el que desarrollar su sapiencia sobre la materia y, por qué no, asevera, intentar buscar nuevas salidas a su futuro, aunque la idea es que esté de regreso en Valladolid para iniciar la temporada.

En definitiva, el VRAC Quesos Entrepinares ha expandido sus fronteras. Ha clavado una bandera en Suecia, donde cinco de sus jugadores, fuera parte de enriquecerse personal y profesionalmente, contribuirán con sus conocimientos y su buen hacer sobre el verde a que el nivel del rugby sueco mejore. Sin lugar a duda, ya lo están haciendo.