Debutó en la pasada campaña en el enfrentamiento ante el Cajasol Ciencias y, desde entonces, se ha ido granjeando un hueco en el primer equipo del VRAC Quesos Entrepinares, a pesar de que, en la presente temporada, no las tenía todas consigo. Un salto, del equipo juvenil al de División de Honor, que dio sin nervios, sin sobresaltos, con tranquilidad y confianza en sus posibilidades y justo cuando se empezaba a impacientar al ver que la mayoría de sus amigos, los forjados en torno al oval, o se iban a estudiar fuera o abandonaban la práctica deportiva. "El debut fue distinto. Estaba acostumbrado a jugar con mis amigos pero la verdad es que fue muy bien. Apenas estaba nervioso", comenta.

Precisamente, desliza que uno de sus mayores defectos. La falta de paciencia que le lleva a desmoralizarse cuando no obtiene rápidamente lo que anhela. No en vano, se está dando cuenta de que los caminos son pedregosos pero que se cubren con esfuerzo y ahínco, píldoras revitalizantes para alcanzar la meta.

De ahí que este año se haya decidido a trabajar con mayor tesón en el gimnasio y que en los contactos con los pesos pesados del campeonato él no salga perdiendo. Admite que le cuesta pero que es necesario para no quedarse estancado y proseguir con su progresión aritmética. En este sentido, de un año para otro, ha ganado unos siete kilogramos de pura fibra.

Su trayectoria rugbística comenzó con 5 años (se acuerda con relativa nitidez) en parte gracias a la tozudez de su madre, Estrella, y a que acudía junto a su ya amigo Alejandro López-Francos. Una historia graciosa y entrañable que llevó a ambos al VRAC Quesos Entrepinares en vez de a El Salvador.

"Nos llevaron al colegio El Salvador para apuntarnos a rugby, pero como estaba cerrado nos apuntamos en el VRAC. No tengo ni idea por qué, pero por aquella época también jugaba al fútbol. Mi madre fue la que me instigó a que siguiese en el rugby. Me animó muchísimo porque le gustaba más el ambiente cuando iba a buscarme que el del fútbol", relata.

Afinado olfato el de su madre, Estrella, pues Javi Ortega fue formando, con el paso de los años, un grupo de amigos inseparables gracias al abrigo del oval. Colegas, compañeros, amigos por los que se deja "la piel" en el terreno de juego. "Es lo que más me gusta del rugby, que sales a jugar y te dejas el pellejo por tus amigos. No les puedes dejar tirados", asevera.

Compromiso innegociable que le llevó a ser internacional por España en categorías sub 17, sub 18 y sub 19. Experiencias enriquecedoras que, al margen del "orgullo" que supone colgarse la escarapela patria, han conseguido que haya ampliado su red de amistades con compañeros de Barcelona o Madrid, por ejemplo.

Es lo que más valora del deporte ovalado, el salvoconducto que permite que germinen nuevas amistades y las ya existentes reverdezcan con el paso de los años, con la acumulación de ensayos y con las heridas sanadas codo con codo.

Pero también tiene momentos duros. Debates internos como el que se le presentó, y ya mencionamos antes de soslayo, cuando se produjo la diáspora en el equipo juvenil y él se veía sólo. Semanas después recibió la llamada de División de Honor y la diatriba se cerró. Entonces, opina que supo aprovechar su oportunidad a base de "buenos entrenamientos y partidos".

Actividad que compagina con los estudios de Diseño Industrial, una carrera que había marcado como segunda opción pero que, tras tres años de carrera, le ha acabado cautivando. También le seducen las escapadas cuando el rugby y los estudios se lo permiten. Siempre con amigos con los que no parar de reír y descubrir los encantos de otros lugares, de otras culturas.

Todavía no se ha planteado la siguiente, pero rememora con una sonrisa más alargada si cabe el "Interrail" que realizó el pasado verano por Amsterdam, Praga, Viena, Budapest, Macedonia y Tesalónica.

Entretanto, está centrado en el desenlace del campeonato, en los objetivos que el VRAC Quesos Entrepinares tiene al alcance de la mano sin obviar la lucha y la complicidad que va a entrañar conseguirlos. "Sin duda somos el mejor equipo de la Liga, pero últimamente nos falta un poco de chispa, de brillantez que a buen seguro vamos a recobrar para el último tramo del campeonato. Tenemos que jugar al cien por cien estos dos últimos partidos y, si acabamos primeros, la Liga no se nos puede escapar", añade Javi Ortega, al que le cuesta destacar una virtud sobre su juego.

A regañadientes, desprende que su mayor cualidad es la explosión sorpresiva, sus arrancadas inesperadas desde la tres cuartos mediante las que ha conseguido bastantes ensayos, algo que espera seguir haciendo por mucho tiempo.

Sin embargo, aclara que no le gusta marcarse objetivos a largo plazo. Vive el presente y hace de la locución latina "carpe diem" su máxima. "Nunca se sabe lo que puede pasar. De momento, disfruto del presente y ya se verá dónde acaba uno", anota para concluir Javi Ortega, un torbellino sobre el verde que ha cogido fuerza y galones al amparo del club de toda su vida: el VRAC Quesos Entrepinares.