Art�culo publicado por �lvaro Abril en www.valladoliddeporte.es

El partido se disputaba un s�bado por la tarde con luz artificial. El viaje, como todos los que hac�amos en aquellos a�os recorri�ndonos media Espa�a, era en autocar y en el d�a, con la l�gica parada para comer, pasando las horas con pel�culas y largas conversaciones y discusiones en la parte delantera con Canas, Cano, Javi Heras y otros que circunstancialmente abandonaban la trasera para opinar o simplemente escuchar.

Los enfrentamientos con equipos del Norte, especialmente con Guecho, sol�an ser muy duros en unas condiciones climatol�gicas complicadas y en campos con m�s barro que hierba. La tarde en Donosti era especialmente fr�a, con la lluvia amenazando pero sin aparecer. La rutina al llegar era siempre la misma; pisar el campo, elegir tacos para las botas dependiendo de la dureza del terreno y entrar en el vestuario para, poco a poco, comenzar esa gran experiencia repetida cada semana que es jugar un partido de rugby.

Ese d�a estaba a mi lado cambi�ndose Miguel P�rez, centro, uno de los mejores placadores que ha pasado por el VRAC y un gran presidente, que tuvo que afrontar, despu�s de la renuncia de quien escribe estas l�neas, una �poca complicada en la que los cambios hacia el profesionalismo se produjeron a enorme velocidad. Al abrir la bolsa de deporte descubr� que el bote de gel estaba abierto, derram�ndose la mayor parte del contenido sobre las medias azules. Reconozco que me molest� bastante, sobre todo porque no me apetec�a nada ponerme unas medias mojadas, m�s en ese d�a invernal. Ped� a voces si a alguien le sobraban unas, pero no recib� contestaci�n porque seguramente ya se habr�an adelantado a mi petici�n. El tr�fico de esta prenda era muy frecuente en nuestro club. Miguel me dijo con su tono habitual: «Bah, eso no es nada. Vas a ver como ni lo notas». As� que sal� a calentar con una extra�a sensaci�n en los pies, y con el soniquete de un chof chof acompa��ndome cada vez que daba un paso.

Tengo el leve recuerdo que los primeros cuarenta minutos fueron muy igualados y que llegamos al descanso con una m�nima ventaja. Nada m�s empezar la segunda parte comenz� a llover ligeramente y con los minutos apareci� el diluvio. La intensidad del agua iba en aumento. De pronto not� que al final de mis piernas algo excepcional estaba sucediendo; el gel vertido se hab�a convertido con ayuda del agua en una gran masa de espuma blanca que cubr�a los tobillos, llegando incluso, y no es exageraci�n, a desprender alguna pompa de jab�n. En los agrupamientos era curioso el contraste del azul oscuro que luc�an mis compa�eros en sus pantorrillas con el blanco inmaculado de las m�as y como al correr aquella bola de nieve que me acompa�aba a todos sitos aumentaba.

La situaci�n roz� el esperpento hasta el punto que el �rbitro al final del encuentro pens� que me estaba transformando. Creo que ganamos el partido pero con el tiempo s�lo tengo ese d�a un hueco para unas medias blancas.