El más importante estriba en la propia necesidad de los jugadores de sentirse apoyados, de notar el aliento de sus fieles, el respaldo de sus hinchas y amigos en pleno fragor de la batalla (en sentido figurado). Los golpes duelen menos. Los metros se avanzan más rápido. El oval se pasa con mayor puntería y la fatiga se desvanece cuando el respetable grita al unísono ¡Queeeesos! ¡Queeeeesos!…
Vítores que envalentonan, que dan oxígeno en los momentos de leve zozobra y que también animan a no relajarse cuando el viento va a favor. Agasajos que minimizan los errores, los difuminan cuando hace falta frialdad y acongojan a un contrincante que también tendrá el apoyo de sus fieles, efusivos y numerosos.
Y es que, la sana y bien entendida pugna en las gradas tiene, asimismo, su protagonismo. Ordizia ya tiene unos siete autobuses repletos, por lo que habrá que al menos igualar esta presencia en las gradas de El Sardinero para que el rival no se sienta como en casa. Otro motivo para no pensárselo y contribuir a que la marea azulona sea kilométrica.
Además, al margen del componente emocional e incidente en el juego, hay otros motivos que hacen que esta cita deportiva sea tan imperdible como las campanadas de Nochevieja. Quince euros cuesta la entrada, una cifra para nada desorbitada y asumible por la inmensa mayoría de los aficionados pese a la crisis. Además, el club se las ha ingeniado para que haya autobuses gratis para todos aquellos que lo deseen previa inscripción en vrac@valladolidrac.com y el 983 37 24 12.
Cortita y a la mano. El desplazamiento gratis y la mejor forma para ir calentando las gargantas y el ánimo antes del partido. Unas dos horas de viaje que se pasan en un santiamén al lado de compañeros y amigos que también están ansiosos porque el oval se empiece a desplazar.
Risas e impaciencia previa al partido que se verá recompensada por la brisa marina que tan bien sienta y tanto anhelamos cuando llevamos un tiempo sin sentir en nuestro rostro. El tiempo parece que va a acompañar y la final constituye una excelente excusa para pasar un día tremendamente agradable al abrigo del mar cantábrico.
Más lo será si se gana (algo que no va a ser fácil). De ahí que sumemos a esta lista una hipotética celebración por Santander y en Valladolid al regreso, donde nuestros amigos del The Boss regalarán una caña fresca y revitalizadora tras el viaje con tan sólo presentar la entrada.
Saborear una algarada sin parangón en el caso de que se gane. Si no, estar ahí cuando los jugadores lo necesitan. Hacerse más fuertes todos juntos y hacer frente a las penas, ojalá no sea así, para que estas se diluyan como un azucarillo.
Ya hemos lanzado una caterva de motivos. Se nos pueden ocurrir más, seguro, pero el principal debe ser el gran ambiente de rugby, la fiesta mayúscula que se vivirá en Santander, donde dos grandes aficiones darán todo por empujar a sus jugadores.